Son elecciones, pero su naturaleza publicitaria las hace parecer un plebiscito: Si o No a Donald Trump.
Los demócratas insisten en realizar una campaña tradicional que a todas luces no lo es. No lo fueron cuando perdió Hillary Clinton. Y fue la pandemia que terminó por darle la victoria a Biden.
2024 se parece más a 2016 que al 2020.
¿Trump es un político, un showman o la bala que terminará por matar a la democracia estadounidense?
Lo más cercano a la realidad de Trump es la segunda opción: un showman. Lo más lejano es la primera opción, sabemos que en 2016 se presentó como un outsider. La duda es la tercera opción, pero su paso por la Casa Blanca entre 2017 y 2021 dejó huellas muy esclarecedoras sobre su perfil: “seré dictador por un día”. Así lo ha dicho públicamente.
¿Por qué durante un día? ¿Y si lo es por un mes, por un año o por varios años?
Las narrativas son producto de la posverdad, pero seguimos pensando que son obsequios de publicistas avezados o de poetas fracasados.
La formalidad señala a J.D. Vance como candidato a la vicepresidencia de los republicanos, pero en los hechos es Elon Musk el que ha desempeñado muchas más atribuciones en la campaña que el propio Vance.
Elon Musk es el verdadero vicepresidente de Trump, pero es alguien más. Tiene 270 mil millones de dólares en su cartera y comunicación directa con 200 millones de usuarios de la red social X.
Luego de una eventual victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre, Musk se encargará de usarlo para sortear el partido y convertirse en presidente en 2028.
En ese año el Partido Trumpista (el Republicano desapareció cuatro años atrás) sufrirá el robo de su “narrativa”; su frase publicitaria pasará de: “make america great again” a “hagamos la nación Tesla”.
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Pero a ese plan le faltan cuatro años por recorrer. El corto plazo mide 7 días.
Los demócratas tuvieron ocho años para darse cuenta que Trump es un showman en campaña vitalicia. Trabaja para ser famoso no para el país.
Convertir las elecciones en un plebiscito, es un error. A los demócratas les falta ideas cuando recurren a los enemigos de Trump para encontrar veneno.
John Kelly mencionó el apellido Hitler para vincular las buenas opiniones que Trump tiene sobre el nazi. Lo repitió Kamala Harris: Trump es fascista.
Pero Trump lleva ocho años sin ocultar sus rasgos. Así lo votaron en 2016 y así lo quieren millones de estadounidenses.
Los demócratas, para leer a Trump, deben de dejar Washington y adentrarse en Las Vegas y Hollywood.