Hace algunos años, un director general con más experiencia que yo me dio un consejo que, en su momento, me dejó pensativo: “Si algún día quieres ser director general, tienes que aprender a jugar golf”.
Para él, el golf no era solo un deporte, sino una herramienta para construir relaciones y cerrar grandes negocios. Según su perspectiva, las conexiones que se establecían en el campo de golf eran tan importantes como las decisiones tomadas en la sala de juntas. Para su generación, el golf se había convertido en un símbolo de éxito y liderazgo, un espacio donde los más poderosos se reunían para fortalecer su influencia.
Este consejo, aunque bienintencionado, me dejó con muchas dudas. ¿Realmente el golf era una herramienta de liderazgo o más bien una forma de generar estatus y poder? ¿Tenía que convertirme en un experto en relaciones públicas o fingir ser alguien que no era, solo por conseguir un ascenso? Reflexioné profundamente sobre el significado del liderazgo en un entorno cambiante y cuestioné si realmente debía ir en contra de mi esencia de líder incómodo para encajar.
La filosofía del líder tradicional
El líder de ayer, tal como lo entendía ese director, operaba en círculos cerrados, manteniendo el status quo y jugando bajo las reglas implícitas de un sistema jerárquico y estructurado. Este tipo de liderazgo se definía más por la posición social que por el impacto real. Para ser un “buen líder”, no era necesario ser innovador o visionario, sino estar bien conectado y saber moverse en los círculos correctos, como en los campos de golf.
Este estilo de liderazgo jerárquico funcionaba bajo la premisa de la exclusividad, donde solo unos pocos tenían acceso a las esferas más influyentes. Era un liderazgo enfocado en las relaciones de poder, más que en el verdadero valor que se podía aportar.
Nota: No me malinterpreten, el golf es un gran deporte, y conozco a excelentes directivos y dueños que lo disfrutan. Pero en este ejemplo, hago hincapié en darle un peso exagerado al tema de las relaciones que se generan en ese contexto, más allá del deporte en sí.
El líder de impacto: La evolución del liderazgo
En contraste, el líder de hoy tiene un enfoque completamente diferente. Este nuevo tipo de liderazgo no se basa en conexiones superficiales, sino en la capacidad de inspirar a otros, generar cambios significativos y guiar con integridad. Se trata de liderar con autenticidad y preocuparse más por el bienestar del equipo que por las dinámicas tradicionales de poder.
El líder de impacto prioriza la innovación, el crecimiento y el desarrollo de las personas a su alrededor. Su objetivo no es mantener el status quo, sino desafiarlo, empujar los límites y crear un entorno donde todos puedan prosperar. No busca solo generar valor para la organización, sino para todas las personas involucradas: equipo, clientes y sociedad.
Y sin duda esto toma relevancia al conocer que 45% del rendimiento de una empresa se atribuye directamente al liderazgo de los directores ejecutivos, lo que subraya su influencia en el éxito organizacional, según el reciente estudio de McKinsey “Excelencia de los Directores Ejecutivos”.
Acción y transformación: El nuevo paradigma
En lugar de preocuparme por mejorar mi juego de golf, decidí invertir mi tiempo en desarrollar habilidades que considero esenciales para el liderazgo actual: innovación, análisis profundo de problemas, comunicación efectiva a través del storytelling y empatía con mi equipo y nuestros clientes. Elegí ser fiel a mí mismo y apostar por un liderazgo basado en la autenticidad, la empatía y el impacto.
Este enfoque resultó en una transformación completa, no solo en mi manera de liderar, sino también en cómo los demás me percibían. Las relaciones que construí se basaban en una auténtica colaboración y crecimiento mutuo, no en conexiones superficiales o intereses egoístas.
La gran lección: Crear un impacto real
El consejo que me dio aquel director general reflejaba una mentalidad del pasado. Hoy, el liderazgo no se mide por las conexiones que haces en el campo de golf, sino por el impacto que tienes en los demás, por tu capacidad de inspirar y por liderar con integridad.
La próxima vez que enfrentes una decisión de liderazgo, pregúntate: ¿estoy creando un impacto real? Porque, al final del día, el liderazgo no se trata de cuántas conexiones haces, sino de cómo transformas el mundo que te rodea.
P.D. Aún no sé jugar golf, aunque he intentado, ¡pero soy muy malo!
(FIN)