Después de los resultados electorales de hace dos semanas, en torno de los cuales hay mucho que estudiar y reflexionar para entender el fenómeno antes de incurrir en las conclusiones apresuradas para festinar o justificar lo injustificable, debemos evitar también otro error, pretender que lo nacional explique todo.
Si bien el tsunami federal arrastró consigo en buena medida a lo local, esto último oculta particularidades que merecen ser estudiadas y atendidas para entender también lo que sucedió en las pasadas elecciones e ir poniendo nuestros ojos en lo que viene. Para ilustrar esto me referiré a un caso en particular: Baja California.
El estado norteño fue el primero de la transición democrática en el que un partido de la oposición al priismo, en aquellos años reinante, logró la gubernatura de una entidad. En 1989 Ernesto Ruffo Appel, candidato del Partido Acción Nacional, ganó con el 68% de la votación y con una participación ciudadana del 48%.
Con esto se abrió un largo periodo de 30 años de gobiernos panistas hasta que en 2019 Morena, con Jaime Bonilla, ganó la gubernatura con el 50.61% de una escasa participación que no alcanzó el 30%. El partido guinda ratificó su hegemonía en 2021 con Marina del Pilar Ávila. En aquel momento, con una concurrencia a las urnas que sigue siendo la más baja del país, 38.3%, y cerca del 50% de los votos para la ahora gobernadora.
A lo largo de estos años Baja California pasa de ser un estado de vanguardia en la alternancia al de menor interés en la política, al menos por lo que podemos ver en los grados de participación y en la “intensidad” de las campañas. En las pasadas elecciones presidenciales la asistencia a las casillas apenas alcanzó el 40% cuando la media nacional fue de 60%. ¿Qué ha pasado? Baja California no se comprende solo por la lógica federal.
Acerquemos un poco la lupa a la entidad federal. Sin duda, el ejercicio del gobierno desgasta y eso de alguna manera podría explicar la derrota panista; sin embargo, no esclarece del todo la lejanía de la ciudadanía de las urnas como tampoco la de otros fenómenos. Por ejemplo, en la pasada elección pudimos observar un caso que tiene muy pocos referentes a nivel nacional. Se trata de la postulación de un joven candidato, Juan Carlos Hank Krauss, quien es postulado por el PVEM y que pasa en dos meses y medio de ser prácticamente un desconocido en el estado a ser identificado por el 50% de los bajacalifornianos.
Habrá quien quiera acotar este hecho por la vinculación del votante con el candidato, por el conocimiento del apellido, no obstante, para muchos sectores de la sociedad bajacaliforniana su linaje presenta claroscuros.
De manera tal que no todo se determina por un apellido como tampoco por el partido que lo postuló, ya que el PVEM es prácticamente inexistente en BC. El Verde no tiene registro local y en las elecciones federales intermedias del 2021 obtuvo por su cuenta 13,855 sufragios, el lejano 1.25% de la simpatía. Así que el hecho de que Juan Carlos Hank haya obtenido 159,338 votos, el 10.4 % de la votación, acercándose a cinco puntos de la primera minoría para el Senado representada por el histórico partido azul, no deviene solo de su herencia ni del partido político.
Para confirmar lo anterior, otros datos de contraste, son los de las recientes elecciones en las cuales el PVEM obtuvo para sus candidatos a diputados federales un poco más de cien mil votos y casi 97 mil para la Presidencia de la República.
Creo que estamos frente a un caso que merece un estudio cuidadoso sobre la emergencia de nuevas figuras que pueden resultar más atractivas para sectores sociales escépticos, desencantados, que buscan alternativas a los viejos estilos, discursos y promesas, con propuestas frescas, directas y con una mayor cercanía a las preocupaciones de las nuevas generaciones, como son los temas del medio ambiente, la escasez de agua, migración y seguridad.
De la misma manera, poner sobre la mesa problemáticas como la redefinición y revaloración de la relación del estado con la Federación y la reconsideración de la vecindad con Estados Unidos puede ser muy sugerente para amplios sectores empresariales.
Habrá que esperar los datos definitivos de la elección y la sistematización de los mismos para pasar de las hipótesis a las explicaciones más convincentes, pero creo que estamos frente a nuevas ventanas de la vida política que no se explican con los viejos paradigmas.
Este caso de Baja California, como otros en otras entidades del país, de los que nos iremos ocupando posteriormente, pueden irnos llevando a identificar esas zonas grises que se apartan del blanco y negro con el que ahora se quiere explicar la pasada elección, a la sociedad y a la política.
Mientras tanto, espero que al menos revitalice la política en Baja California y recupere para ese estado la vanguardia que en algún momento tuvo en el contexto nacional.
POSDATA: Volviendo a las consecuencias de los resultados del pasado 2 de junio, están a la vista las más que anunciadas reformas constitucionales y legales para, en primera instancia, refundar al Poder Judicial. Habrá que seguir muy de cerca este proceso, ya que no solo implica un vuelco al diseño del poder público concentrando el poder en el Ejecutivo federal restándole contrapesos, sino además, perfilará con claridad el estilo proximidad-distancia e independencia de la futura presidenta con la herencia de la 4T.
En medio de tantas noticias y alertas, no podemos dejar pasar que la semana pasada se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las reformas legales sobre amnistía y amparo. Dos ejemplos claros que debilitan los contrapesos que se habían venido construyendo en las últimas décadas contra la arbitrariedad.