¿Sin sorpresas? La práctica de elevar los niveles de crecimiento económico en la presentación de un presupuesto anual, ha sido una actividad que han utilizado varios Gobiernos Federales, en diversas épocas, de ahí que verlo nuevamente en el programado para 2025, no es una sorpresa, pero sí podría ser una mala jugada, por las condiciones internas y externas en las que vivimos.
Estamos frente a una revisión de acuerdo comercial con Estados Unidos, y Canadá, de la cual, no nos conviene salir como país.
Las calificadoras internacionales nos tienen en observación como país, tanto económicamente como en cuestión de certeza jurídica y confiabilidad.
Y ni que hablar de la deuda, o déficit fiscal, que es el más alto que hemos tenido en los últimos 30 años, y que aún cuando hay estrategias para bajarlo, la realidad es que, con una proyección de crecimiento más alto que el pronosticado por especialistas nacionales e internacionales, la formula, gastos e ingresos, es compleja de atener.
Es muy rápido para definir la viabilidad de este paquete presupuestario, porque también se recarga mucho en la parte fiscal, con gastos fijos altos. Donde Pemex, la falta de mantenimiento en infraestructura, la deuda y &&, no pueden ser temas para después.
De ahí que, a decir de especialistas como Francisco Lelo De Larrea, director de investigación económica del CEESP, se esperaría que las coordenadas económicas se ajusten a un esquema más realistas, con precriterios, donde si bien es cierto incluye bajar el déficit a 1.5%, el nivel de crecimiento también debería rondar el mismo número, como lo establece tanto en Banco Mundial como el FMI; dónde el apoyo fiscal, viene acompañado de una mayor certeza jurídica para que las inversiones no sólo se queden, sino se amplifique, trayendo crecimiento, empleo e incremento fiscal.
Donde el ajuste de gasto no sólo dependa de la eficiencia de las dependencias, sino de la aportación y desarrollo de industrias, sin renunciar a una mejor salud, seguridad y educación, dado que ello es parte de dar certeza jurídica y fortalecer la productividad del país.
No obstante, la llegada de una reforma fiscal es inminente, no necesariamente este 2025, simplemente no darían los tiempos, dicen fiscalistas de la talla de Arturo Carvajal, pero sí en 2026,
Y es que, 5.3 billones de pesos del presupuesto del próximo año se basarán, de acuerdo al paquete presentado este fin de semana, en la recaudación fiscal, 16% más que en este 2024.
Los esfuerzos fiscales deben de distribuirse entre una base tributaria más amplia y mecanismos de estímulo para el crecimiento de la economía, para que, junto con la recaudación, se puedan tener elementos que incentiven la inversión y exigir el pago de impuestos.
Porque, la traducción de todo ello, se traducirá en mandar señales positivas de en México que sigue siendo viable y atractivo, como economía en desarrollo. De frente a la revisión comercial del 2025, donde la prioridad será mantener el acuerdo y dejarlo estable para evitar revisiones tan constantes, y se vuelvan de mayor plazo.
Aunado a ello, es importante que las calificadoras Standar & Poors, Fitch y Moodys vuelvan a mantener sus perspectivas estables en México. Y aunque la perspectiva de estable a negativa, por parte de Moodys no fue sorpresa, sí es un llamado de atención para que las autoridades mexicanas hagan acciones que concluyan en 2026 con un México estable a nivel internacional, atractivo, y con una deuda a la baja.
Los retos son grandes sí, pero, también la disponibilidad y el rumbo de los trabajos que ha comenzado la Presidenta Claudia Sheinbaum en diferentes frentes, son enfocados en darle fortaleza a México, de que se deben ajustar algunos puntos, sin lugar a duda que sí. Habrá que esperar a ver cómo se mueven las coordenadas.
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