En los últimos días ha resurgido con fuerza la versión que señalaba que Morena se prepara para atentar en contra de la propiedad privada.

Algunos incluso señalan que se va a cambiar la Constitución para obligar a que quienes tienen más de una casa, entreguen al Estado todas sus propiedades en exceso de la casa que habitan.

Ya hace tiempo había corrido la versión en una presunta nueva Constitución atribuida a Morena, pero que en realidad correspondía a una organización política bastante marginal denominada Consejo Nacional del Pueblo Mexicano, que también promueve la recuperación de los saberes ancestrales y el autogobierno.

Este tema se ha desmentido muchas veces.

Morena nunca ha propuesto esa iniciativa.

Pero se le ha atribuido una y otra vez.

El artículo 139 del documento propuesto por ese grupo sustentaba la idea de que el gobierno expropiaría las viviendas no ocupadas, y por cierto, ya desapareció de lo planteado por esa singular e irrelevante organización.

Aunque, como le comentaba, se ha desmentido una y otra vez la versión de que Morena pretende expropiar las viviendas, tras la obtención virtual de mayorías calificadas en las dos cámaras del Congreso (efectiva en la de Diputados y alcanzable en la de Senadores), la versión ha vuelto a cobrar fuerza, sobre todo entre las clases medias de algunas ciudades del país, particularmente en aquellas en las que las fracciones más conservadoras del PAN han tenido influencia por muchos años.

Junto con ella, por ejemplo, también se dice que Claudia Sheinbaum es una comunista radical.

Circula en redes sociales un video falso en el que se le aprecia, imagine, hablando en ruso, y con signos diversos de la ideología comunista en su entorno.

Diversas personas me han preguntado si convendría vender su vivienda antes de que Sheinbaum llegue al poder y la vaya a expropiar.

Es totalmente en serio que hay personas que se están haciendo estas preguntas.

Los grupos más conservadores de la sociedad mexicana han estado cayendo presos de los miedos que interesadamente se han difundido y que surgen ante el hecho de que vayamos a tener a una presidenta que proviene del movimiento estudiantil y que, además, resulta que es mujer.

Para los grupos más conservadores, imagine la combinación.

Incluso, sigue circulando la versión de que su triunfo provino de un gran fraude realizado a escala nacional.

Vaya, ahora ya hasta se critica a Xóchitl Gálvez, no solo como lo hizo Marko Cortés, por haber felicitado a Claudia tras su triunfo en la elección del 2 de junio, sino ahora por pedir respaldo para ella.

En el proceso electoral del 2018, el semanario The Economist hizo famosa una frase relativa a los priistas alrededor del presidente Peña Nieto: no entienden que no entienden.

Esa misma afirmación podría aplicarse hoy a gran cantidad de personas que no han asumido que el resultado electoral –nos guste o no– expresó las preferencias de una gran mayoría de la sociedad mexicana.

Lo peor de todo es que la difusión de estas visiones ignorantes y radicales que proliferan entre grupos diversos de la sociedad mexicana, alimentarán más aún la fuerza de Morena y la debilidad de la oposición.

Ahora resulta que el problema no es que la oposición haya fallado, sino que hubo una conspiración para impedir su triunfo.

Nos sigue haciendo falta un análisis que sea crítico y profundo, que explique el comportamiento de los electores el pasado 2 de junio.

La visión de que los partidos dejaron sola a Xóchitl Gálvez es una simplificación insuficiente.

Reflexionar a fondo respecto a lo que significa para la cultura política del país y sobre todo para el futuro, el resultado electoral, sigue siendo una asignatura pendiente.

Nos pueden disgustar las preferencias de la mayoría, pero lo que no podemos hacer es ignorarlas, como muchos están haciéndolo.

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