Aprender a tomar buenas decisiones financieras puede hacer toda la diferencia en nuestra calidad de vida. Es más fácil decirlo que hacerlo, porque los seres humanos tenemos una serie de sesgos cognitivos que distorsionan nuestra percepción de la realidad y nos llevan a tomar decisiones que no son las mejores ni las más racionales. En este espacio he dado muchos ejemplos de ello.
Por eso es importante conocer esos sesgos cognitivos, cómo influyen en nuestras decisiones financieras y qué estrategias podemos adoptar para mitigarlos. Eso es precisamente lo que haré en esta serie de columnas. Pero empecemos por el principio:
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Se pueden definir como errores sistemáticos en la forma en la que nuestro cerebro procesa y evalúa la información. Son tendencias mentales que nos llevan a interpretar la realidad de manera distorsionada y a tomar decisiones irracionales o poco objetivas, muchas veces de manera inconsciente.
En otras palabras, son como “trucos” o atajos que nuestro cerebro utiliza para simplificar la información y tomar decisiones rápidas. El problema es que a menudo nos llevan a cometer errores. Por ejemplo, si alguien tiene un sesgo cognitivo hacia una persona en particular, puede juzgarla de manera injusta o hacer suposiciones incorrectas sobre ella.
Aunque a veces pueden ser útiles, la verdad es que los sesgos cognitivos muchas veces nos conducen a tomar malas decisiones financieras. Esto ha sido ampliamente estudiado desde la década de los 70, siendo pioneros en ello Daniel Kahneman y Amos Tversky, quienes dedicaron sus carreras a investigar cómo los seres humanos tomamos decisiones bajo incertidumbre.
Ambos publicaron en 1979 su gran trabajo ”Teoría de prospectos: Un análisis de la decisión bajo riesgo”, que le valió el Premio Nobel de Economía a Kahneman en 2002 (Tversky había fallecido en 1996 y este premio no se otorga de manera póstuma).
En él, demostraron que las personas no toman decisiones de forma puramente racional, como sugiere la teoría económica clásica. En cambio, nuestras decisiones están influenciadas por diversos sesgos y heurísticas que distorsionan nuestra percepción y nos llevan a tomar decisiones que no son las óptimas.
Déjame explicarlo de forma simple:
Imagina que estás en un supermercado y tienes que elegir entre dos marcas de cereal. La teoría económica clásica dice que deberías elegir la marca que te ofrezca la mejor relación calidad-precio, es decir, la que te dé más valor por tu dinero.
Pero, en realidad, no siempre funciona así. La gente tiende a elegir la marca que les parece más familiar, la que tiene un empaque más atractivo o la que les recuerda a su infancia. También hay quienes se fijan sólo en el precio.
Todo esto se debe a que nuestras decisiones están influenciadas por estos sesgos cognitivos que todos tenemos.
Cuando se trata de nuestro dinero, estos sesgos cognitivos pueden tener consecuencias muy graves. Por ejemplo, si alguien tiene un sesgo cognitivo de aversión a las pérdidas, puede tomar decisiones de inversión basadas en el miedo a perder dinero. Esto les puede llevar a aferrarse a ciertas inversiones que no son buenas, en lugar de venderlas y cortar pérdidas. O también a negarse a invertir en instrumentos que históricamente han sido muy rentables en el largo plazo, pero son volátiles, debido a su miedo a perder.
En la siguiente columna voy a describir con más detalle los principales sesgos cognitivos que afectan nuestras decisiones financieras y cómo podemos mitigarlos. Antes de eso, es importante entender que los sesgos cognitivos son una parte natural de nuestra forma de pensar. Todos los tenemos y no debemos sentirnos mal por ello. Lo importante es aprender a reconocerlos y trabajar con ellos para tomar decisiones más informadas y racionales, que nos permitan alcanzar nuestros objetivos financieros.
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