El mes pasado se cumplieron 56 años de la matanza de Tlatelolco, atribuida al gobierno de Díaz Ordaz. En esa fecha yo estudiaba en la Escuela Libre de Derecho en el centro de la Ciudad de México, y fungía como presidente de la sociedad de alumnos en la escuela.

La mayoría de los alumnos de mi escuela eran neutros o no apoyaban a quienes dirigían ese movimiento, de extrema izquierda, de la rama trotskista, de quien fue su dirigente León Trotsky, partidario de la violencia para llegar al poder.

Uno de los dirigentes de esa fracción de izquierda, trotskista, compañero en la primaria, secundaria y bachillerato, y al que ayude para que continuara sus estudios, por lo que me tenía un gran afecto, me visitó como una semana antes de esa matanza y me pidió que no fuera a Tlatelolco. Le pregunté el porqué, aunque yo no pensaba ir. Me dijo que no me podía decir las causas, pero me hizo jurarle que no iría.

Se dio la matanza el 2 de octubre de 1968. Los juegos olímpicos mundiales estaban programados para iniciarse el 12 de octubre de 1968, 10 días después de la matanza. No fue una coincidencia. Estaba claro que la finalidad de quienes organizaron la matanza de Tlatelolco era que se cancelaran esos juegos y se trasladaran a otro país, entre ellos se habló de los Estados Unidos.

Ante esos desordenes, el Rector de la Libre de Derecho, me preguntó si estaba de acuerdo en suspender las clases ante manifestaciones cercanas a la escuela. Le pedí me permitiera consultar con los alumnos para contestarle. Mi posición era no suspenderlas, pues para ese entonces yo sabía que ese movimiento no era organizado por estudiantes de buena fe, sino por grupos extremistas con otros fines. La mayoría de los estudiantes, al explicarles mi punto de vista, me apoyaron en no suspender las clases.

La protesta se inició pacíficamente, hablaron varios líderes estudiantiles. A mi amigo, uno de los trotskistas líderes, le dijeron que se retirara apenas terminaran de hablar los líderes de movimiento.

A los miembros del ejército, que se encontraban en los alrededores, les dieron la orden que ingresaran a la explanada y les pidieran a los miles de estudiantes asistentes que se retiraran. Tenían la información de que algo iba a pasar, pero no sabían exactamente qué. Los soldados y sus mandos entraron a la explanada y empezaron a pedirles a los asistentes al mitin que se retiraran, cuando empezaron a escucharse las detonaciones de disparos de ametralladoras desde los techos de los edificios alrededor de la explanada que mataron a estudiantes y militares.

El coronel al mando de los soldados que entraron a la plaza, Hernández Toledo, fue herido de gravedad, al igual que varios solados y manifestantes, por los disparos de ametralladoras que venían de los techos de los edificios. Hay fotos de soldados apuntando a los techos, de donde venían los disparos. No es creíble que los soldados se dispararan entre ellos. Hay fotos de soldados en los edificios bajando las escaleras con detenidos que estaban en los techos de donde dispararon, y el ejército encontró casquillos de las balas. Las ametralladoras las escondieron en algunos departamentos, algunas fueron localizadas.

Esta es la verdadera historia de la manipulada matanza de 1968, que ha servido de bandera a los izquierdistas de varias generaciones, quienes olvidan o desconocen que grupos de radicales de izquierda la provocaron.

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