En las conclusiones de su discurso titulado “El pecado original de las imprentas”, dicho ante las y los integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) para formalizar su ingreso como ocupante de la Silla XXX –que hasta noviembre de 2022 ocupó el químico y filólogo Aurelio González Pérez–, y donde, a grandes rasgos presenta un panorama de su trabajo consagrado al estudio de la edición novohispana, la historiadora del Arte e investigadora Marina Garone Gravier (Santa Fe, Argentina, 1971) dijo:
“Una mirada más reposada sobre sus fallos nos permite reflexionar acerca de la evolución de las reglas de escritura y los marcos de referencia de la comunicación de otras épocas para no hacer de la lengua y sus normas una cárcel infernal sino el lugar donde prospera la libertad”.
La corrección cambia según la época
La investigadora por la UNAM, nacionalizada mexicana, y la decimotercera mujer integrante actual de la Academia Mexicana de la Lengua conversa con El Economista sobre los lazos que no solamente sostienen el trabajo de escritura, corrección, impresión y publicación de libros en nuestro país desde el siglo XVI hasta nuestros días, sino sobre la relevancia de los testimonios a los que la doctora en Historia del arte se ha consagrado como una herramienta de reflexión sobre los derroteros de la lengua y el trabajo editorial en nuestro siglo.
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El término “presidenta” y otras flexiones son correctas, respalda la AML
“Lo que nosotros usamos hoy como norma escrita en castellano difiere mucho de lo que era la norma escrita del siglo XVI. ¿Es la que usamos hoy la correcta? No necesariamente, porque el concepto de corrección se va modificando con cada momento histórico y con el consenso de los hablantes. Un ejemplo que quizá es muy obvio pero que es muy ilustrativo es ver que México se ha escrito a lo largo del tiempo con jota, con ge y con equis. No podemos asumir que estaba mal escrito en el siglo XIX si se escribía con ge o con jota, porque en ese momento se asumió que era la norma correcta. Y eso lo podemos extrapolar a las demás palabras, al léxico, pero también a las formas de redacción, de uso de puntuación y de la estructura visual de los libros”, comenta Garone Gravier y más adelante declara:
“Muchas veces la gente tiende a creer que la Academia es la policía de la lengua. Lejos está de serlo. Es un referente fundamental para entender cómo hablamos y cómo hemos hablado en el pasado (…) me gustaría ver que la gente observe e imagine a la Academia como un espacio que ilumina, no como un espacio que castiga”.
Academia Mexicana de la Lengua.Especial
El espíritu punitivo que algunos sectores de la población confieren a la Academia Mexicana de la Lengua, muchas veces para sostener una convicción que consideran inamovible sobre la propia condición de su lengua, nunca ha sido el afán de la institución, garantiza la catedrática.
“El objetivo de la Academia no es castigar. Al contrario, inclusive contribuir, por ejemplo, cuando incurre en el campo del lenguaje claro, para que los consumidores no caigan en publicidad engañosa o sobre su uso en el marco de la impartición de justicia”.
Y si bien en sus distintas etapas la AML ha impulsado esfuerzos de vinculación con la población a la que se debe, las oportunidades de proximidad todavía son promisorias. “Sin duda siempre se puede hacer más. La Academia lejos está de ser un club cerrado aunque, sin duda, es una imagen que ha persistido por mucho tiempo”.
“Nunca van a dejar de existir las erratas”
Después de todo, la producción editorial, señala, es un escenario, una especie de arena, donde se observan claramente los consensos de la lengua según su época.
“Afortunadamente, nunca van a dejar de existir las erratas. Hay gente a la que los errores le dan pavor. Y a mí me parece que el error en realidad es un reflejo de múltiples factores. Algunos son de naturaleza neurológica, otros por faltas de atención. Pero otras posibles correcciones son discutibles. Si uno va a foros de correctores, no es raro ver que se libran batallas campales o discusiones salomónicas y eternas sobre dónde va una coma, dónde poner el signo de puntuación, si va adentro o afuera del corchete, y para eso es muy interesante reivindicar la historia como un elemento de validación”, opina.
Sala de sesiones de la Academia Mexicana de la Lengua.Especial
Por ello, subraya que la historia del libro en México permite identificar el volumen de los acuerdos en torno al lenguaje. “No es el reino del anarquismo, simplemente es ver la diferencias y variantes que aplican las distintas casas editoriales o que usan los distintos públicos, porque cada uno asimila distinto el tipo de rigor que debe asumir”.
Con un tono de humor, pero sin renunciar a la seriedad y vocación que le anuncian, la catedrática señala: “es por todas estas cosas que he dicho: el que esté libre de erratas, que arroje la primera piedra”.
Por cierto, el 11 de septiembre de 2025, la Academia Mexicana de la Lengua celebrará 150 años de existencia.