Canadá solicitó el 5 de febrero de 1991 ser incluida en las negociaciones de lo que iba a ser un tratado comercial entre México y Estados Unidos para proteger los beneficios logrados en su negociación de 1988. La negociación del TLCAN resultó ser tan trascendental que su texto fue la pauta para concluir la Ronda Uruguay, que a su vez dio origen a la Organización Mundial del Comercio. Durante su vigencia, la relación entre las partes no fue perfecta –por ejemplo, Estados Unidos impidió el ingreso de camiones mexicanos de carga más allá de 25 millas de su frontera– aunque hubo la voluntad política para que funcionara el tratado.

Las restricciones incorporadas en el T-MEC, según el esquema de comercio administrado en lugar del de libre comercio, buscando que Estados Unidos tuviera superávits con México y Canadá propiciaron más fricciones entre las partes, aunque no han alterado de manera significativa la balanza comercial de la región. Sin embargo, la inclusión de temas migratorios en la relación México-Estados Unidos, la desatención del gobierno mexicano a la implementación del tratado y la complicidad del gobierno de Biden llevaron a que el acuerdo pierda relevancia y se cuestione su legitimidad. Aún así, el
T-MEC ampara el 86.2 por ciento de nuestras exportaciones, el 42.5 por ciento de nuestras importaciones y el 64 por ciento de nuestro comercio total.

México no puede ignorar la petición de los premiers de Ontario y Alberta de excluirlo del TMEC. Ontario es la provincia más importante, representa el 38.2 por ciento del PIB nacional, alberga al 39 por ciento de la población y es el centro financiero de la nación. Alberta es la tercera provincia más importante de Canadá, generando 15.4 por ciento del PIB nacional y el 70 por ciento del petróleo y gas, su principal producto de exportación a Estados Unidos. Además, Trudeau no tiene el capital político para presionar a los premiers, que se reunirán el 15 y 16 de diciembre.

México es el principal competidor de Canadá en su mercado más importante: Estados Unidos. Excluirlo del T-MEC le permitiría aumentar su participación en ese mercado, mientras que nuestro comercio total con Canadá es el 4.14 por ciento del comercio con Estados Unidos. Además, el gobierno de Trudeau sigue molesto por el trato discriminatorio que recibieron sus empresas mineras y del sector energético en el sexenio anterior, dos sectores clave, y seguramente los canadienses podrían así reducir o revertir el déficit que tienen con México.

En tanto, Trump siempre ha preferido los acuerdos bilaterales porque en ellos Estados Unidos es el país dominante. Luego de las reformas aprobadas en México en septiembre, la prioridad de un nuevo acuerdo con México sería la protección de los más de 144,000 millones de dólares en inversión directa en este país y contar con un mecanismo que supervise las disputas entre ambos países para aplicar sanciones en caso de que el gobierno mexicano lo viole. De acuerdo con el Project 2025, la política comercial de Trump buscará acceso a minerales que no existan en cantidades suficientes en su país para que la manufactura se haga en territorio estadounidense.

Existen varios escenarios que llevarían a transformar el T-MEC en acuerdos bilaterales. En uno de ellos, Estados Unidos y Canadá denunciarían el tratado en 2025, con lo que quedaría sin efecto a los seis meses del anuncio por escrito y no se requeriría de la revisión del 2026. Estados Unidos y Canadá podrían entonces actualizar su tratado bilateral de 1988, que sigue vigente. México se vería forzado a negociar acuerdos bilaterales con Estados Unidos y Canadá, probablemente con un ámbito más reducido luego de las reformas aprobadas, con un nuevo mecanismo de solución de controversias que ampare las inversiones directas y con un lenguaje más duro.

El Congreso de Estados Unidos tendrá la última palabra sobre el futuro del
T-MEC, siendo responsable de aprobar el próximo año la Ley para la Promoción del Comercio, donde se establecerá la modalidad de la negociación y los objetivos que deba lograr el USTR. Entonces los republicanos, que fueron muy críticos de López Obrador, controlarán ambas cámaras.

Más allá de cualquier declaración en Washington o en Ottawa, México tiene que demostrar su interés por el T-MEC. Este viernes, el panel encargado del problema del maíz transgénico entregará su reporte en inglés y hay preocupación por la reacción en Palacio Nacional ante lo que se espera sea un fallo en contra. Más aún cuando la desaparición de la COFECE y del IFT van en contra de los artículos 18.17, 21.1 y 21.2 del tratado.

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